Hace muchísimo tiempo que quería ir a Marruecos, ganas acentuadas cada vez más por la influencia árabe que ha marcado mi vida en los últimos años. Por fin lo he conseguido!! Aunque no creía que fuera a ser de esta manera, me alegro de que haya sido así. No he visto Fez, ni Marrakech, ni Rabat, ni he estado en las playas de Essaouira o Agadir, pero me quedo con Chaouen (que inspira las canciones de mi cantante preferido, el pueblo y sus sustancias, jaja) y con el desierto.
Me quedo con los cielos plagados de estrellas, con la luna (que se hizo de rogar) y el recuerdo de esperar cabeceando a que pasase la estrella fugaz para pedirle el deseo que se me había ocurrido a última hora, las risas con el genio de la lámpara antes de dormir en el suelo, con las chicas.
Me quedo con las miradas llenas de agradecimiento, con la danza del camello, con la vitalidad de la señora anciana (admirable), con la acogida de las gentes del pueblo, con las siestas con los pies dentro de la fuente, con el viaje en furgoneta a toda caña por el desierto y las carreras (incluso las de camellos)!
Y por supuesto, con el grupo de gente con la que he ido, por el buen rollo que se respiraba, porque esto sin ellos no habría sido lo mismo. Seguro que me dejo muchas cosas!!
Y estas si que son las mías.
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