miércoles, 30 de septiembre de 2009

Cumpleaños ¿feliz?

Cuando se acerca mi cumpleaños siempre experimento un sentimiento dual. Por un lado organizo varias celebraciones, en el trabajo, con los amigos, con la familia, (con otras personas que no están reconocidas dentro de las categorías anteriores). Por otro lado estoy deseando que pase ese día, porque NO ME GUSTA CUMPLIR AÑOS (prefiero cumplir momentos).
Pudo haber un momento en mi vida en que me encantase, cuando ibas al colegio cargada de gominolas y todos los/as niños/as te hacían la pelota. Ese día eras la reina/rey, y el resto?? El resto a cada uno le tocaba mantener y defender el status que había ido adquiriendo en los pocos años de colegio, si eras un mierda, seguías siendo un mierda! (Primera muestra de hipocresía social)

En mi época adolescente me negaba a celebrarlo (soy joven, no es una cuestión de edad), es una cuestión de sentido común! Todo el mundo te desea lo mejor en tu día, y el resto de los días??? Al fin y al cabo son 364 contra uno no?? Porque no celebramos los no cumpleaños?? Porque hay gente que solo se acuerda de ti ese día?? Porque me siento tan mal cuando alguien que esperaba me llamase o se manifestara de alguna manera no lo hace??

Ahora lo celebro varias veces, pero no por celebrar que he sobrevivido un año más, que tengo un año más de experiencia, bla bla bla, eso son tonterías. Los años no determinan la experiencia en la vida, lo celebro porque es una excusa para reunir a los míos, que en eso si que se nota la edad.
Hoy ya no es mi cumpleaños! Asi que mi querida mafalda me desea un feliz día!
Así es como quedo una de las tartas de mi cumpleaños, segundo año consecutivo, después de una caída libre!


Como curiosidad diré que la idea de celebrar los cumpleaños se remontan a mucho tiempo atrás en la historia. Nacen dentro del dominio de la magia y la religión. En la antigüedad, las costumbres de felicitar, dar regalos y hacer una fiesta, tenían el propósito de proteger de los demonios al que celebraba su cumpleaños, y de garantizar su seguridad durante el año entrante.

La costumbre de rodear la tarta de velas viene de la antigüedad. El círculo de velas formaba parte de un ritual que protegía al homenajeado de los malos espíritus durante un año. Esto causó durante años que la iglesia católica considerase que la celebración del cumpleaños era un rito pagano (fue hasta el siglo IV d.C. cuando se aceptó con la intención de ganar más adeptos).

jueves, 24 de septiembre de 2009

¿Y ahora qué?

No quiero que me llames mañana, ni que me lleves de la mano a pasear. No me digas cosas al oído, ni me mires al dormir. Sólo abrázame ahora, en este momento en el que todavía laten los corazones, en el que nos miramos sin saber qué ha pasado ni lo que va a pasar, sin saber que decir después de habernos dejado llevar. Abrázame hasta que volvamos a la realidad, y volvamos a controlar nuestras manos, nuestros labios. Te prometo que me iré y no volveré, pero necesito que me abraces, que me hagas sentir que hay alguien más que camina solo y se desliza por esta pendiente sin fin que es la vida. Y no te daré las gracias, sólo te sonreiré y te diré adiós, y pensaré que tal vez volvamos a vernos si necesitamos aferrarnos a algo y dejar de caer, sólo por una noche.

(A. Mtnez. Ariza, 2008)


A veces el destino juega un poco al despiste, a mi últimamente no deja de sorprenderme. El factor sorpresa me encanta, esa es una de las cosas interesantes que tiene la libertad "emocional", pero ¿Y ahora qué?

Como bien dice Sabina, "nunca jamás quiere decir tal vez".......todo este tiempo no he salido a buscarte, por miedo a encontrarte y ahora ya no me puedo fiar de mis "imposibles". No sé cómo acabará esto, pero no quiero jugar sucio y ni mucho menos soy una amante despechada que no sabe perder.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Dichoso despertador!

Y continúo hablando del tiempo, en estos días en los que me apetece más que nunca olvidarme de todo a las 8:00 y seguir durmiendo, en el microclima que se crea entre mis sábanas. Trasnocho mucho, duermo poco, aunque me encanta dormir. Me cuesta horrores levantarme. Tengo la manía de pedirle al tiempo 20 min de tregua, con repeticiones de otros 5. Me cuesta asimilar que tengo que despegarme de mis sueños, me aferro a los mejores, los únicos que recuerdo.

Me gusta meterme en la cama cuando hace frío y acurrucarme fuerte hasta entrar en calor, despertarme en mitad de la noche y descubrir que aún quedan horas para dormir, pensar que tengo que trabajar y que sea festivo, meterme en la cama con sábanas limpias, descubrir que esa pesadilla no era cierta, que todo ha pasado. Me encanta ser consciente de que me estoy quedando dormida y que pienso o digo tonterías.

Pero lo que más me gusta es que todo esto me pase con alguien al lado, porque los buenos momentos compartidos saben mejor. Ni que decir tiene que aunque me cuesta despertarme si lo hacen con un beso, lo perdono. Me gustan las cosquillas en la cama, sentir una respiración cerca de mi cuello y las caricias en la espalda.

Pero todo tiene su parte negativa, no sé porque extraña razón las sensaciones, las emociones son mucho más negativas y fuertes en los primeros momentos tras el despertar, cuando algo te agobia o te preocupa, la angustia es mucho mayor en esos instantes, aunque ahora mismo disfruto de mis microclimas más que nunca, .........será que no estoy preocupado, que pasa la vida y me cura de espanto..... (Calamidad García)



















Esta canción de La Fuga, lo dice todo!

Deja que yo apague la luz,
tú deja de mirar el reloj;
Será mejor.
Yo dándole patadas al sol,
tú enfadada con el despertador,
enemigo del calor,
que siempre molesta en lo mejor.
Como el sol que me despierta

cuando escondido estoy
bajo el edredón.
Pégate a mi.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Preámbulo de las instrucciones para dar cuerda al reloj.

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

(Julio Cortázar.)

A pocos días de que llegue mi cumpleaños, he recibido mi primer regalo, un reloj. Los que me conocen bien saben que los odio, y los que no lo saben piensan que es el regalo ideal, porque como no tengo... (por algo será)

Mi último post hablaba del tiempo y lo enlazo con este otro, odio los relojes y odio que el tiempo se tenga que contabilizar, cada uno debería distribuir su tiempo a su antojo, pararlo en esos momentos en los que todo lo demás no importa, alargarlo en aquellos momentos en los que todavía no hemos tenido suficiente tiempo para disfrutar, del microclima de la cama, sobretodo.

El paso del tiempo se lleva a gente, odio que el tiempo se lleve a gente que antes siempre estaba ahí, que las cosas y las personas cambien con el paso de los días. Odio que el tiempo no ponga a cada uno en su lugar. Todo pasa tan rápido que cuando nos damos cuenta los mejores momentos se nos se escapan de nuestras manos, el pasado ya no importa y el presente quedará muy lejos cuando menos te lo esperes.

Odio los relojes, porque son la única forma de materializar el tiempo.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Tú tienes un reloj, yo tengo el tiempo.


TU TIENES EL RELOJ, YO TENGO EL TIEMPO es una entrevista realizada por VÍCTOR-M. AMELA a: MOUSSA AG ASSARID,


No sé mi edad: nací en el desierto del Sahara, sin papeles...!

Nací en un campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo...
V.M.- ¡Qué turbante tan hermoso...!

M.- Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a su través

V.M.- Es de un azul bellísimo...
M.- A los tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados...

V.M.- ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil.

M.- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los tuareg, es el color del mundo.

V.M.- ¿Por qué?

M.- Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.

V.M.- ¿Quienes son los tuareg?

M.- Tuareg significa "abandonados" , porque somos un viejo pueblo nómada del desierto, solitario, orgulloso: "Señores del Desierto", nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh.

V.M.- ¿Cuántos son?

M.- Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!", denunciaba una vez un sabio: yo lucho por preservar este pueblo.

V.M.- ¿A qué se dedican?

M.- Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio...

V.M.- ¿De verdad tan silencioso es el desierto?

M- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.

V.M.- ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?

M.- Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba... Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre... Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!

V.M.- ¿Sí? No parece muy estimulante. ..

M.- Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas... Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.

V.M.- Saber eso es valioso, sin duda...

M.- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!

V.M.- Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?

M.- Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es.

V.M.- ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?

M.- Vi correr a la gente por el aeropuerto.. . ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro...

V.M.- Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja...

M.- Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer?, me pregunté... Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida: vi correr el agua... y sentí ganas de llorar.

V.M.- Qué abundancia, qué derroche, ¿no?

M.- ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...

V.M.- ¿Tanto como eso?

M.- Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien.. Me enseñó a ser yo mismo.

V.M.- ¿Qué pasó con su familia?

M.- Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa... Entendí: mi madre estaba ayudándome...

V.M.- ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?

M.- De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo...

V.M.- Y lo logró.

M.- Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia...

V.M.- ¡Un tuareg en la universidad. ..!

M.- Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella... Y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas: allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra... Aquí, por la noche, miráis la tele.

V.M.- Sí... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?

M.- Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa... En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!

V.M.- Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.

M.- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...

V.M.- Fascinante, desde luego...

M.- Es un momento mágico... Entramos todos en la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor... La calma nos invade a todos: los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor...

V.M.- Qué paz...

M.- Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.


Hace mucho tiempo que inconscientemente decidí luchar en vano contra el tiempo, muchas veces siento verdadera angustia ante el hecho de ver pasar los días, por eso me he propuesto no perder ni un segundo, aprovechar y vivir al máximo cada minuto de mi vida. La gente que me conoce, dice que no paro y tiene razón, pero no solo no paro, sino que he aprendido a disfrutar de cada una de las cosas que me ofrece cada momento, solo así se puede sobrevivir en esta jungla, que es la vida.
Me vino bien la tranquilidad del desierto, la sentí en su máxima expresión en los atardeceres en las dunas, la arena todavía caliente, donde solo se escucha el resbalar de los granos de arena que sueltan nuestras pisadas, donde el desierto ofrece una gama de colores dejando paso al atardecer. Me siento privilegiada de poder haber vivido este momento y poder compartirlo.
Ya no estoy en el desierto, pero me llevo una parte de él, no solo en la botella donde recogí arena, sino también en el corazón.
Agradecer este post a Mercedes que nos ha pasado está estupenda entrevista!

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Lejos.

Ha pasado un año, y cuando menos me lo espero resulta que la historia se repite, los mismos protagonistas pero distinto guión. Cómo ha cambiado todo!

Pienso en la llegada, me genera sentimientos muy diversos y contrarios, no sé como voy a reaccionar, no sé muy bien que voy a sentir al volverlo a ver. Han pasado muchas cosas, quizás más de las que deberían. Ahora todo es distinto, pero y yo?? Para mí las cosas también han cambiado? O me invadirán los viejos recuerdos??


Siento, siento que estoy preso de recuerdos

Que fraguaron tu mentira y mi verdad

Cierro, cierro el sentimiento

Que me incita a volver atrás.

Cómo diría mi madre, "agua pasada no mueve molinos". Ahora ya lo sé, te veo, te abrazo y .... nada más! Las mariposas hace tiempo que emigraron a otros corazones.

Han pasado muchas cosas y aunque la historia se repite, el guión es otro muy distinto y los protagonistas, aunque son los mismos, han cambiado mucho. ¿Quizás porque han aprendido a no caer en los mismos errores?

Allí me colé y en tu fiesta me planté

mucha niña mona,

pero ninguna sola.

Luces de colores,

lo pasaré bien.

martes, 8 de septiembre de 2009

¿El final del verano?

Todos los años cuando se terminan las fiestas de mi pueblo, Almazán (Soria), me invade el sentimiento de que se ha terminado el verano. Tengo un buenísimo recuerdo de cuando eramos más jóvenes y pasábamos todas las noches ideando y preparando la peña, venía los amigos eventuales del verano y le poníamos especial ilusión a este acontecimiento. El día del encendido de antorchas, cogidos de la mano entre las hogueras se solían quemar los chalecos para dar por finalizadas las fiestas, pero no solo se terminaban las fiestas, significaba el final del verano y nuestros compañeros de andaduras veraniegas marchaban a sus respectivas ciudades, algunos repetían, a otros quizás no volveríamos a verlos más. Esa noche llorábamos, nos invadía la tristeza, no solo por dar fin a las fiestas, sino por dar fin al verano y comienzo a las despedidas.

Hace años que no voy al Encendido de Antorchas, en ocasiones por motivos laborales, otras por cansancio o pereza. Pero sigo teniendo la misma sensación de despedida que tenia hace más de diez años. Cada vez echando de menos a más gente.