lunes, 21 de septiembre de 2009

Preámbulo de las instrucciones para dar cuerda al reloj.

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

(Julio Cortázar.)

A pocos días de que llegue mi cumpleaños, he recibido mi primer regalo, un reloj. Los que me conocen bien saben que los odio, y los que no lo saben piensan que es el regalo ideal, porque como no tengo... (por algo será)

Mi último post hablaba del tiempo y lo enlazo con este otro, odio los relojes y odio que el tiempo se tenga que contabilizar, cada uno debería distribuir su tiempo a su antojo, pararlo en esos momentos en los que todo lo demás no importa, alargarlo en aquellos momentos en los que todavía no hemos tenido suficiente tiempo para disfrutar, del microclima de la cama, sobretodo.

El paso del tiempo se lleva a gente, odio que el tiempo se lleve a gente que antes siempre estaba ahí, que las cosas y las personas cambien con el paso de los días. Odio que el tiempo no ponga a cada uno en su lugar. Todo pasa tan rápido que cuando nos damos cuenta los mejores momentos se nos se escapan de nuestras manos, el pasado ya no importa y el presente quedará muy lejos cuando menos te lo esperes.

Odio los relojes, porque son la única forma de materializar el tiempo.

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